Antes de que regrese el frío, antes de que vuelva a extrañar tus manos bajo la manta y de que febrero se haga realidad, me llevé de paseo a mi derrota.
Hoy repartían besos por el retiro y se rifaban los rincones ocultos a las parejas. Por primera vez me he sentado frente al lago sin la mano envuelta en humo, el aire me ha traído olor a Amsterdam y un malabarista me ha regalado una sonrisa con ligero sabor a Rioja.
Sólo pensé en que hoy era todo un poco más difícil que el invierno anterior.
Hoy hay menos manos que coger cuando duele.
Hoy la palabra enfermedad es de uso diario.
Hoy la caja que guarda los suspiros perdidos tiene menos espacio.
Hoy no busqué alivio ni en tequila ni en cigarros aliñados.
Hoy me olvidé la derrota en un banco del parque.
Hoy he dejado las manos vacías de tu piel.
Hoy dejé de echar de menos el último febrero.
Y aunque todo es un poco peor, hoy todo pesaba menos mientras subía los 106 escalones que separan mi tejado de la ciudad del ruido.
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