Aquí ya nunca llueve, pero yo,
tengo una nube a punto de estallarme en el pecho.
Una bofetada de tristeza me ha lanzado
al árido y frío suelo, lleno de grietas,
pidiendo beber de mi norte,
perdido y ausente.
Mis ojos nadan en salado
sin terminar de ahogarse, no encuentro
un salvavidas lo suficientemente fuerte
al que esta vez, quiera abrazarme.
Ni los balones, ni las letras,
ni sus besos de emergencia,
hoy me sirven.
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