Se despierta y
empieza a correr intranquilo. Nace en la punta de los dedos, y si es en la
persona adecuada, le da tiempo a componer una canción o escribir un poema antes
de marcharse a la tripa. Allí da un par de saltos que cambian las intenciones
de lugar. Provoca un pequeño terremoto en las piernas y por debajo del ombligo.
Tembloroso y
siempre con los ojos cerrados, se da cuenta del camino que tiene que tomar, y
escala, dejando un rastro de ilusión por la garganta, hasta la boca, allí se
asoma expectante y...y se encuentra el abismo. Asustado, se agarra a los
dientes para no caer y sentado en la lengua se pregunta que hacer.
Deprisa camina
por los pasillos de los pulmones buscando a su jefe, pero cuando llega al
despacho del corazón lo encuentra recogiendo sus cosas. "Lo siento, ahora
manda la razón".
Cabizbajo,
vuelve a la boca y en un intento desesperado de llegar a esos labios a los que
estaba destinado, cae por el precipicio que acaba en los pies, dejando el
cuerpo vacío de nuevo.
Y así,
trágicamente, empezaron a morir los besos.
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