martes, 31 de diciembre de 2013

2013

No había nada planeado, ni esa tristeza que estuvo tan presente, ni conseguir olvidar, sin saber cómo.
Ni esa mañana de abril, ni el portazo que me dio su silencio, no saber lo que quería, queriendo tan sólo huir.
No planeé mis dudas eternas, más rotos, las despedidas con golpe de invierno, que volviera el pánico a los aviones, que una y otra vez, seguían despegando sin mi.
No pedí sus noches en el hospital, ni las lágrimas de otros por mis descuidos.

Pero todo eso que no pedí, se fue, y se fue porque cada vez que me caía, muchos nombres propios, que no me atrevo a escribir, para no olvidar a nadie, me ayudaron a levantarme y me recuerdan cada día que lo harán de nuevo. Y sé que pasará, pero tengo menos miedo con ellos a mi lado.

Y aprenderemos a vivir la adolestreinta como buenamente podamos, como nos dejen, con otras caídas, con otros errores, y quizás, con algún acierto también.

Y en 2014, seguiremos improvisando.



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