Madrid le ha dado una bofetada a la primavera, recordando que ella manda y que elige cuando y como sale el sol. Se ríe de los ilusos que habían guardado sus abrigos y planeado tardes eternas en Debod. Es una madre estricta, una novia que raciona su cariño para pensar que no te quiere, pero atarte cuando quieres huir.
Te acaricia cuando le place y cuando más dudas de ella. Cruel bajo los túneles de la M-30 y amante en las terrazas de Argumosa.
Se ampara en ese vicio que recrean sus esquinas, que te mantienen alerta porque siempre puede aparecer algo nuevo.
Te recuerda que tras los días santos vienen días para no creer, y te aleja el verano alargando la agonía de no saber si quieres que llegue.
Te castiga con lluvia porque por primera vez, no te has alegrado de volver, y saber que cruzando la calle puedes fundirte en el Guernica, ya no es suficiente.
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