Mira a las pobres princesas,
que se creyeron el cuento
de un gran reino soleado
y ranas que dejan de serlo.
Y a los príncipes azules,
desteñidos por el tiempo
sin cabalgar a batallas,
ni quitar encantamientos.
Esos ilusos, pensaban,
que las brujas eran feas
y siempre se les ganaba,
que a los dragones más grandes
se les vencía con la espada.
Ni perdices, ni felices,
ni castillos encantados,
ni música que acaba el libro
para seguir hechizados.
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