Es una de esas personas a las que se le hace un hueco rápido, que parece que siempre ha estado ahí y que no entiendes que llenaba su espacio antes de que apareciera. Es tierno y te hace reír como nadie y llena las habitaciones de calma aunque yo sea un torbellino de emociones, a veces insoportable, caprichosa e insegura. Perdona incluso cuando sería entendible que no lo hiciera. Se pone triste y no pide ayuda para no cargar a los demás, pero te coge cuando tu lloras tan fuerte que te llena de vida. Persigue sus sueños, y sin saberlo me anima a perseguir los míos con menos miedo. Es brillante, su mente guarda cosas que es capaz de convertir en historias, en un haiku improvisado, en una canción, en la caricia perfecta.
Se inventa palabras sin sentido y a veces se convierte en súper héroe. Tiene una puntería extraordinaria con la mano izquierda y es campeón en lanzamiento de mecheros a la frente. Sostiene la cámara como si fuera parte de él y crea belleza por donde pasa. Cambia los pies por patines para ir más deprisa y no perderse nada. Cuida sin dejarse cuidar y yo a veces no sé cuidarlo como se merece y le reprocho que se vaya a olvidar de mi sin ninguna razón.
Es mi mejor amigo, un compañero al que me llevaría a cualquier aventura, un genio de la lámpara, un mechero amarillo, un artista, un alma llena de todo, el gato negro de cualquier bruja. Y a veces no lo sabe y a veces no se lo hago ver, pero yo tengo la suerte de que esté en mi vida y a partir de ahora le ayudaré a quitarse peso de esa mochila que siempre lleva tan cargada.