Se me quedan los deseos en las manos,
me vacío el corazón y dejo espacio,
a otro nombre con los ojos endeudados.
Me deshago de ese beso tan eterno,
de esperar un invierno entre sus brazos,
y me rindo como nunca lo había hecho,
y claudico, ya no quiero, me resisto,
a curar los descosidos de este roto.
Ya no hay hilo que me aguante las costuras.
Ya no hay risa, ya no hay prisa.
Sólo ruido.
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