Me gustan los encuentros insensatos
recordando el sabor de aquellos meses,
cuando las horas duraban un rato
creyéndonos a veces superhéroes.
Arrancando la tristeza de un mordisco,
esperando sin temor esa distancia,
haciéndonos cosquillas como niños,
y empatando de una vez esta batalla.
Hablando de nuevo, como antes
de que la vida nos doliera y enseñase
que quizá nuestro cruce de caminos,
fue tan "sólo" otra parte
del viaje
Buscando tu mano mi ombligo,
y bailando muy lento en la ducha
al ritmo de Madrid y su ruido.
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