Sin ellas no me habría levantado,
seguiría metida en la cama
atrapada en el verano sin dar de comer a las ganas.
Sin ellas nunca hubiera volado,
ni limpiado los armarios,
ni arrancado los olores en fechas de calendario.
Ellas,
dando igual donde estuvieran,
me curaron toda la pena que vivía de las fronteras.
Ellas,
que cortan mis ligaduras,
mis contactos de emergencia, mis faros de niebla en la duda.
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