De sus ojos nacían historias,
de sus manos mis orgasmos,
de sus piernas incompletas,
una carrera de fondo,
de su espalda un colchón,
donde acostaba a mis llantos.
Sus dedos resucitaban a Vega
y hacía cantar a mi gata,
a veces, dibujaba con ellos,
sobre mi ombligo unos mapas,
como trazando el camino
cuando su avión despegara.
Con su lengua me hacía agua,
me convertía en océano,
en mi nadaba a sus anchas,
cuando se fue me hice charco.
Y creo, que fueron sus brazos,
los que robaron mi calma.
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