viernes, 11 de diciembre de 2015

Intentamos salvarnos del mundo en todos los lugares y de las formas posibles.
Abrazamos a los amigos que nos sacaban de agujeros que tantas veces nos parecieron infinitos.
Terminamos botellas de vino en una sala llena de humo, y anidamos camas que nunca devolvían las caricias. Las noches nunca acababan, y las gotas de licor caían por el cuello que a veces, algún desconocido bebía prometiendo vida tras el amanecer. 
Dormíamos todo el día para no ver los recuerdos, y nos mecanizamos cada mañana en el metro.
Pero un día, casi sin darnos cuenta, todo pasó.
Los "por qué" dejaron de rondar cada vez que abríamos los ojos, y simplemente, lo dejamos ir.
Cerramos las puertas de un portazo, y echamos bien fuerte el cerrojo, por si acaso.
Y así poco a poco, rescatamos los pedazos que quedaban sanos, los acariciamos despacio y los limpiamos para que alguien pensara que brillaban y no se fijase en los trozos apagados.
Comprendimos que todos nos hacíamos poesía alguna vez, incluso sin querer serlo, 
Habíamos empujado el tiempo, y ahora tocaba, salvar el mundo de nosotros.