martes, 30 de julio de 2013

Proposiciones

Te propongo un cuerpo a cuerpo
y una siesta en tu mirada.
Estar insomnes por besos,
que tus manos me revuelvan,
y te olvides de las leyes
que separan nuestras caras.
Te propongo que te quedes
a usar de reino la cama,
a dejar que con mis dedos,
vaya escribiendo palabras
que no se borren un tiempo,
que no se queden en nada.
Te propongo algunas noches
donde manden las caricias,
que no existan los reproches,
que se nos quiten las huellas,
que me recojas del suelo,
que se mueran de la envidia.
Te propongo que no traigas
en tu espalda tus temores
que me ayudes con los míos,
que me arranques los olores,
que no nos venga la prisa,
que se callen los relojes.

domingo, 21 de julio de 2013

Las horas con él pasan volando. Nos ha preparado un té y galletas. Me apasiona lo "rojo" que sigue siendo, y puedo imaginármelo, como un muchacho más, en las multitudes con pancartas que protestan por todo lo que pasa en nuestro mundo.
Las arrugas que ya le marcan el rostro no han cambiado esa mirada llena de picardía, y de tantas vivencias, y me obnubila cuando nos cuenta esas historias de hambre y lucha. Su acento tiene una mezcla extraña, marcada por sus viajes, pero sin perder ese origen extremeño.
Esta vez no habla de cuando emigró a Alemania, o de nuestro antepasado más conocido, hoy nos lleva años más atrás, contando tiempos de su abuelo, de las obras del ferrocarril y de aquel juez de Zafra, que me recuerda eso que tantas veces intento llevar a cabo, como la vida te devuelve lo que das cuando menos lo esperas. También nos traslada a la casa del pueblo, a aquel despacho de la panadería al que llegaban los acreedores y dio tantos disgustos a su padre, a mi abuelo, aquel, al que nunca pude besar.
Miro de soslayo a mi hermano y me conmueve lo mucho que se parecen, y me enorgullece que yo también me parezco a él de refilón.
Mi mente viaja 20 años atrás, cuando él me rescataba de esos gritos que se podían escuchar muchas vallas por delante, y me daba un refugio enseñándome a jugar al ajedrez y a arreglar los pinchazos de mi bici. Y me entristece que nos hayamos perdidos tantos años de historias y anécdotas desde que ese muro separó nuestras miradas. Y, como si quisiera recuperar mi niñez, me invita a que le demos de comer a esos gatitos que corren por su parcela, para que me ría al ver como juegan.
Y esta vez, ese muro no cumple la función para la que se levantó, y horas más tarde, elevando un poco la voz, nos damos las buenas noches, sabiendo que a la mañana siguiente, seguirá llevándome de la mano a través del tiempo.

lunes, 15 de julio de 2013

Para mi el miedo no son noches oscuras ni tormentas que hacen temblar el tejado. No son sustos detrás de una pantalla, o que en casa se muevan cosas de sitio sin mucha explicación.
Para mi el miedo es que siempre, siempre, desde aquella noche en la que te dije te quiero y tú no respondiste, apareces cada vez que unos labios se acercan cautelosos a mi boca.
Y sigo sin entender como intuyes que puedo atisbar un gramo de felicidad sin ti, como tienes la capacidad de dejarme paralizada cada vez que regresas. Que cuando hay alguien a mi lado (y no se como lo haces, pero tus últimas apariciones estelares me han llegado entre risas y buena compañía), me pregunta que por qué tiemblo cuando dejo el móvil encima de la mesa después de leerte.
Y hay que reconocer que ésta última ha sido propia de un verdadero artista, que has adornado la misma mierda de siempre con buen vino y más caricias de lo habitual, con misterios que parecían que ese viaje te había cambiado tanto que por fin me ibas a hacer un hueco de verdad en tu vida. Pero no, como siempre te entran las prisas, y cuando te das cuenta de que vamos paseando cogidos de la mano te sueltas rápido, aunque a los pocos segundos me agarras fuerte, como si por un momento me leyeras el pensamiento y supieras que yo sólo quiero salir corriendo de este amor que siempre me deja incompleta.
Y me miras de reojo cuando te hablo de volar, y que probablemente en unos meses ya no esté aquí, y de reojo te devuelvo la mirada y atisbo un pequeño hilo de tristeza, pero no dices nada, y recuerdo que tú no me lees, no me escribes, no me llamas, no me quieres, y la realidad me da otra bofetada.

Y maldigo aquella madrugada de agosto en la que por primera vez arranqué el coche para ir a tu casa, maldigo que cada vez que vuelvo de tus horas en compañía caduca, todo mi yo huela a ti, maldigo las promesas a mi misma que no soy capaz de cumplir, y maldigo todos esos aviones que siempre despegan sin mi.

viernes, 12 de julio de 2013

Estaba limpiando, en mi modo habitual, música alta, escondiendo pensamientos, distraída...A mi espalda escuché caer algo, y sólo con el sonido que hizo al llegar al suelo, ya sabía lo que era. Eché la vista hacia abajo y comprobé desconsolada que era lo que temía, aquella estrella de mar que ella me había regalado tres años atrás. Se había desprendido una de las puntas, un extremo pequeño. Cogí los dos pedazos, me senté en la cama y sin poder controlarlo las lágrimas empezaron a caer. Ya no era un llanto de rabia, ni de rencor, sólo nostalgia, sólo sentía que me faltaba un pedazo.
Mientras juntaba las piezas, procurando que las fisuras fueran lo menos visibles que pudiera, medía las palabras en mis pensamientos, ordenándolas. "Te echo de menos". (Maldita sensación la de echar de menos). Le di a enviar unas horas después. La respuesta llegó rápido, tampoco hicieron falta muchas palabras. No eran necesarias.
Los objetos son sólo objetos, pero yo sólo sé, que en éste había un pedacito de ella, que ya no está roto, o al menos, que se puede arreglar.

martes, 2 de julio de 2013

Historia breve

Simplemente dos extraños, que sabían tanto uno del otro, que decidieron quitarse la ropa para ver quienes eran de verdad.