viernes, 12 de julio de 2013

Estaba limpiando, en mi modo habitual, música alta, escondiendo pensamientos, distraída...A mi espalda escuché caer algo, y sólo con el sonido que hizo al llegar al suelo, ya sabía lo que era. Eché la vista hacia abajo y comprobé desconsolada que era lo que temía, aquella estrella de mar que ella me había regalado tres años atrás. Se había desprendido una de las puntas, un extremo pequeño. Cogí los dos pedazos, me senté en la cama y sin poder controlarlo las lágrimas empezaron a caer. Ya no era un llanto de rabia, ni de rencor, sólo nostalgia, sólo sentía que me faltaba un pedazo.
Mientras juntaba las piezas, procurando que las fisuras fueran lo menos visibles que pudiera, medía las palabras en mis pensamientos, ordenándolas. "Te echo de menos". (Maldita sensación la de echar de menos). Le di a enviar unas horas después. La respuesta llegó rápido, tampoco hicieron falta muchas palabras. No eran necesarias.
Los objetos son sólo objetos, pero yo sólo sé, que en éste había un pedacito de ella, que ya no está roto, o al menos, que se puede arreglar.

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