viernes, 12 de octubre de 2018

Mientras le escuchaba me temblaban las manos sujetando el teléfono, como si a la vez me estuviera agarrando el corazón. Tiene la voz más grave que antes, quizá sigue fumando demasiado, o simplemente había olvidado el timbre exacto que mecían sus cuerdas vocales. 
Todos los recuerdos encajonados en mi memoria brotaron de un salto y bendita ironía, pero a la vez comenzaba a llover. Siempre hace que llueva.

Sé que le cuesta, sé que está triste, que no se encuentra, y que a pesar de eso se come la distancia para salvarme un poco. Sabe que yo tampoco me encuentro. 
Y ninguno nos explicamos porqué, nunca hizo falta. Bastaba con un "ven", y acudíamos a lanzarnos un salvavidas.

Que bien me cuidaba, y que poco me he cuidado yo después.

Y me hace recordar todo lo que luché, y después de tanto tiempo, por fin, me doy cuenta de que gané, de que no es, ni era menos lo que merecía; que me lance al precipicio me dice, que me haga daño si hace falta, que me cuide pero sin miedo, y que si no vuelven a lamerme las heridas es porque otra lluvia me espera. 

Y a mi, siempre me gustó bailar bajo la tormenta.

lunes, 2 de julio de 2018

Cartas que nunca envié

Quiero que sepas
que, a veces siento que la vida me hace un corte
de mangas y se ríe de mi cada vez que pienso
en prestar mi ombligo a la caricia de otros dedos.

Que hace tiempo que no despierto con nadie,
volví al sexo fugaz sin amarres a un puerto seguro,
pero ya no me gusta  huir de camas de madrugada.

Que mi última apuesta me dejó en la ruina,
perdiendo ese pedazo que tanto tardé en recomponer,
paseando por una ciudad con mar,
creyéndome entera en ese lugar por un instante.

Que hace muy poco, alguien que me quiso mucho
antes que tú, me perdonó en un abrazo que aún siento
por mi piel y que, inmediatamente, tuve que perdonarte a ti.

Que todavía se me encienden las alarmas cuando
algo no está bien en ti, y que me encoge tu tristeza
exactamente igual que lo hizo, aquella ya tan lejana
noche salada.

Que siempre tendrás un lugar entre mis
brazos, un refugio de aguaceros y de la lluvia sin tu gente.
A pesar de que yo, no haya encontrado el mío.

miércoles, 13 de junio de 2018

De los inviernos tan fríos...

Hay algo que falla joder, no escucho risas a mi alrededor y una niebla descorazonada nos pide bailar cada noche.

Puede que el calor haya tardado mucho en llegar a la ciudad del ruido y que este invierno ha tenido más derrotas que ninguno de los anteriores.
No sé si esta mierda empezó aquella noche frente a la playa de la Concha, o en el despertar en la Paz, que manía la de este hombre de intentar morirse de vez en cuando...que cansancio acumulado desde este enero tan lleno de dudas y miedos, que vacío de abrazos...

¿Era esto madurar? El estómago encogido de M, la desazón laboral de D, nuestras madres que pierden la fuerza,  las huidas en forma de avión cada vez que tenemos ocasión...

Supongo que para esto sirve madrugar en este mundo, buscar la puñetera manera de cambiarlo... Aún no he encontrado el cómo, sigo en ello, y cuando lo haga, gritaré la manera para que todos la oigáis, por si también os sirve.

De este invierno helado me quedo con aquella enfermera de acento indescifrable que regañaba al viejo cuando se escapaba de la habitación sin abrigarse, con unas manos al piano que me dieron paz por un instante, con una noche en la que tuve 16 años otra vez, con un verano muy corto muy bien cuidada y unas risas acariciando el teclado, soñando un poquito, que eso aún no he olvidado como hacerlo.

Yo, que siempre fui más de bufanda y abrigo, de lluvia y edredón, necesito simplemente, calor.

domingo, 11 de marzo de 2018

Todo llegará

Aquella vez, hace tanto tiempo
que asusta mirar el calendario,
creí durante todo lo que duró esa
fe de adolescente, que volverías.
Hoy, con todos los descosidos,
los segundos puestos,
las manos que casi sí, pero no
y la piel con más recuerdos,
sé que ahora no lo harás
porque en realidad,
sólo nos faltaba despedirnos bien.
Y a pesar de haber hecho las paces
con esa niña a la que intentaste
enseñar a querer,
no puedo evitar, igual que lo hizo ella,
querer derrumbarme en el regazo de mi madre
y llorarte hasta dormir.
Y esperar,
a que llegue otra noche de San Juan
a la que le dure tanto el calor de la llama.
Porque como tú me escribiste tras
esa vetusta noche de hoguera,
todo llegará.

miércoles, 7 de febrero de 2018

A veces, a los treinta y....


Haces planes, y planes y planes, porque en los días vacíos,
te hundes y no eres capaz de nadar a ningún sitio que no sean
tus pensamientos, y no quieres estar ahí.

Calculas todo el tiempo que has dado a personas para las
que ya no eres una prioridad, como si aquel salvavidas que les
lanzaste, tuviera fecha de caducidad y no pudiera regresar a ti.

Recuerdas lo divertido que era estar perdida a los veintitantos
y en lo frustrante que es ahora, cuando parece que todo el mundo
colocó en buena posición su brújula y no hay agujas que te señalen.

Te encanta estar y saber que puedes estar sola, pero eso no te
ha consolado todo el miedo que has pasado y lo largas que
han sido las noches de enero.

Y piensas en todas esas decisiones que tomaste, en el avión que
despegó contigo y en el otro que lo hizo sin ti, y no sabes
si lo hiciste bien porque nada está como quieres que esté.

Tú al menos no, y no sabes dónde buscarte.


sábado, 6 de enero de 2018

Me gustaría decirte que en estos días eternos de lluvia y hospital, era tu abrazo el que hubiera querido tener, para no llegar a una casa fría y solitaria.
Que mil veces he tenido en la pantalla tu teléfono y otras mil, he desistido.
Que después de ti, tuve que empujar al mundo para que volviera a girar y creo que aún no he conseguido ponerlo en marcha del todo.
Que extraño tu pasión en las ideas, que fue lo que me hizo apasionarme por ti.
Que a veces, me sumerjo en tu prosa de soslayo, deseando que alguna palabra navegue por mí.
Que
Que
Que
....
Y así, hasta sólo decirte que ojalá, no te hubiera perdido aquella noche de norte y mar.