viernes, 12 de octubre de 2018

Mientras le escuchaba me temblaban las manos sujetando el teléfono, como si a la vez me estuviera agarrando el corazón. Tiene la voz más grave que antes, quizá sigue fumando demasiado, o simplemente había olvidado el timbre exacto que mecían sus cuerdas vocales. 
Todos los recuerdos encajonados en mi memoria brotaron de un salto y bendita ironía, pero a la vez comenzaba a llover. Siempre hace que llueva.

Sé que le cuesta, sé que está triste, que no se encuentra, y que a pesar de eso se come la distancia para salvarme un poco. Sabe que yo tampoco me encuentro. 
Y ninguno nos explicamos porqué, nunca hizo falta. Bastaba con un "ven", y acudíamos a lanzarnos un salvavidas.

Que bien me cuidaba, y que poco me he cuidado yo después.

Y me hace recordar todo lo que luché, y después de tanto tiempo, por fin, me doy cuenta de que gané, de que no es, ni era menos lo que merecía; que me lance al precipicio me dice, que me haga daño si hace falta, que me cuide pero sin miedo, y que si no vuelven a lamerme las heridas es porque otra lluvia me espera. 

Y a mi, siempre me gustó bailar bajo la tormenta.

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