miércoles, 13 de junio de 2018

De los inviernos tan fríos...

Hay algo que falla joder, no escucho risas a mi alrededor y una niebla descorazonada nos pide bailar cada noche.

Puede que el calor haya tardado mucho en llegar a la ciudad del ruido y que este invierno ha tenido más derrotas que ninguno de los anteriores.
No sé si esta mierda empezó aquella noche frente a la playa de la Concha, o en el despertar en la Paz, que manía la de este hombre de intentar morirse de vez en cuando...que cansancio acumulado desde este enero tan lleno de dudas y miedos, que vacío de abrazos...

¿Era esto madurar? El estómago encogido de M, la desazón laboral de D, nuestras madres que pierden la fuerza,  las huidas en forma de avión cada vez que tenemos ocasión...

Supongo que para esto sirve madrugar en este mundo, buscar la puñetera manera de cambiarlo... Aún no he encontrado el cómo, sigo en ello, y cuando lo haga, gritaré la manera para que todos la oigáis, por si también os sirve.

De este invierno helado me quedo con aquella enfermera de acento indescifrable que regañaba al viejo cuando se escapaba de la habitación sin abrigarse, con unas manos al piano que me dieron paz por un instante, con una noche en la que tuve 16 años otra vez, con un verano muy corto muy bien cuidada y unas risas acariciando el teclado, soñando un poquito, que eso aún no he olvidado como hacerlo.

Yo, que siempre fui más de bufanda y abrigo, de lluvia y edredón, necesito simplemente, calor.