lunes, 29 de febrero de 2016

Estoy segura de que ya ha bebido de otros labios. 

Lo que pasa con las retiradas es que corres el riesgo de salir herido incluso después de haber abandonado el campo de batalla.

Así que así estamos, a los treinta y tantos y con esa congoja ganada con el paso de los rostros que nos han fundido las ganas.

Te han visto con legañas, te han olido el aliento vespertino, y te han escuchado roncar.

Te han visto desnuda. Descubren cierta mancha de nacimiento, algún lunar, y te preguntan que significan tus tatuajes...Y yo suelo pensar: ¿Y a ti que coño te importa, si mañana sólo te vas a acordar de que te gusta mi culo? 

Y te han visto desnuda pero pocos saben lo que eres. No tienen ni idea de si te gusta hacer deporte el fin de semana, si cocinas o eres de las de congelados, cuantos hermanos tienes o quienes son las personas que salen en las fotos que hay en tu casa. Eso no importa porque les gusta tu culo.

Algunos se quedan una noche, una semana, un par de meses, o incluso alguno ha cumplido el lustro llamándote a deshoras. (Lo más jodido es que después de 5 años siga sin saber cuantos hermanos tienes)

Y a veces, a veces les echas tú. Les echas cuando empiezas a intuir una ligera minusvalía emocional y vuelves a pensar en por qué cojones les dejan salir así a la calle sin haberse curado, tú, que presumes de arreglarte bien el corazón (usando cada vez más grapas), antes de meterte en los ojos de alguien.

Y les echas antes de que les de tiempo a preguntarte el número de hermanos que tienes o de que les hables de tus amigos. Les echas antes de que se les olvide lo que significan tus tatuajes o les cuentes porque hoy mandarías todo a la mierda. 

En vez de eso, le mandas a él al carajo y piensas: "si quiere algo, volverá a por todas". Y claro, no vuelve. Y te das cuenta de que la minusvalía emocional también la tienes tú, que tu mochila pesa más que todas las que han ido dejando a los pies de tu cama y que no vuelve porque no diste tiempo a que le gustara algo más que tu culo.

Y ahí, en ese momento, es cuando te das cuenta de que ya estará bebiendo de otros labios.

domingo, 21 de febrero de 2016

Echo de menos las formas etéreas,
los "casi invisible",
los pequeños detalles,
en lo más simple.
Echo de menos no saber los límites,
las cenas sin sobras,
la playa en febrero,
el dúo de sombras.
Echo de menos creer que era fácil,
no pensar en razones,
que no hiciera frío,
las tardes de miércoles.
Echo de menos las caricias en taxis,
cocinar a deshoras,
las risas de resaca,
tras noches de "Oscar".
Echo de menos no tener miedo,
dejar que me toquen,
un baile en la ducha,
mi espalda de acordes.
Echo de menos no salir corriendo,
retar al infierno,
entrar en batalla,
probar por si acierto.
Echo de menos al azar como regla,
la fuerza en mi tripa,
a(r)marme de ganas,
y conquistar la cima.


miércoles, 17 de febrero de 2016

Sé que nos encontramos
de repente en un desvío,
que no planee la parada
ni encontrarme allí contigo.
Sé que sonreías con tu mirada de niño,
que sin quererlo mis manos
te imaginaron conmigo.
(Sé que una noche en Granada,
estando los dos muy borrachos,
casi incendiamos la cama).
Pero no consigo acordarme
cual era tu lado incompleto,
ni del color de tus ojos,
ni si te guardé algún secreto.
Sé que me gustaba tu olor,
y que hicimos que lloviera,
que nunca hice caso de esos
que me decían que huyera.
Yo no sabía que el olvido
no llegaría por partes,
que tras todas esas noches
que nos rezaba Sabina,
no sentiría nada, me quedaría vacía,
que no cerraría el hueco,
que enlazaría pedazos
con otro cuerpo más roto.

Tenía que traerte escribiendo,
que algo corriera en mi piel,
que tengo miedo que ahora,
se me haya olvidado querer.