miércoles, 29 de octubre de 2014

Mi última catarsis

Tras hacer la visita de rigor a casa de mis padres para despedirme antes del viaje y darles un par de besos, (cotizados en casa "Cordero", que somos más de "venga, nos vemos en un par de semanas"), dejarles apuntaditos los teléfonos de los amigos de allí, prometer que siempre que el wifi me lo permita les escribiré y que en caso contrario haría una llamada perdida una vez al día, que no me enamoraría de un chileno, que soy capaz de no volver, y por supuesto, seguir omitiendo que a la Patagonia me voy sola; me dirigí a casa a hacer la maleta.
Mientras me peleaba con la gata que no paraba de meterse dentro de ella, poniéndome ojitos más propios del gato de Shrek y boicoteando mis tiempos, no paraba de ver en la esquina del salón la guitarra, la puta guitarra (y es que el tamaño de mi casa invita a verla entera casi desde cualquier ángulo).
Cabreada como un miura, la cogí, ya tenía polvo porque llevaba como dos meses sin tocarla; uno, porque cada vez que lo hacía mi frustración se acrecentaba por la arritmia musical con la que Darwin me ha dotado, y dos, porque cada vez que la sacaba de la funda, no podía dejar de pensar que la había vuelto a llevar a la casa para que él la tocara, que él si que lo hacía bien, maldita sea, que bien lo hacía. Así que con esa mala leche con la que la naturaleza si me dotó, me subí a la escalera (agradeciendo enormemente que María aún no se la hubiera llevado, porque si no, hubiera sido imposible) y la guardé en lo alto del armario, sumando esa acción a las que ya había llevado a cabo como forma de catarsis, nada fuera de lo normal, archivar (que no borrar, seamos realistas, algún día serán un bonito recuerdo) los whatsapp, mensajes, mails, tirar su esponja del baño, guardar las fotos en lo más profundo del disco duro, tener en un sitio no muy visible un mechero amarillo y la arena del Rincón, y no poner atún en las ensaladas. Quizás ésto último no tan normal, pero yo me entiendo.
Seguí haciendo la maleta, metiendo en ella su jersey azul que tanto me gusta (y que tanto abriga) y que me había regalado en algún ataque de romanticismo, a ver si facturando la tristeza, la sacaba de una vez por todas de mi casa.
Y así estoy, a escasas horas de emprender mi escapada al fin del mundo, pensando que muy probablemente se habría demorado bastante tiempo si no hubiera sido por él y su adiós adelantado. 
Así que gracias, mi viajero de eterno partir con abandono y sin retorno.

viernes, 17 de octubre de 2014

Era un amor con fecha de caducidad.
Como me gustan a mi.
Corto, intenso, con ese punto de dolor que resulta placentero.
Que se acabe y siga doliendo.
A lo mejor el problema es mío y soy yo,
la que no es capaz de guardarse las alas.

miércoles, 15 de octubre de 2014

En algún momento

En algún momento
tiraré a la basura el reproche,
dejaré de buscarte en el viento,
y sonreiré diciendo tu nombre.

En algún momento
te irás (también) de mis versos,
no tendré miedo a este invierno,
ya no imaginaré tu regreso.

En algún momento
tus huellas soltarán mi guitarra,
la lluvia no traerá tu recuerdo,
apagaré el incendio de mi cama.

En algún momento
olvidaré mi odio a los aviones.
(Seguiré empujando al tiempo
adelantando todos los relojes)

domingo, 5 de octubre de 2014

A veces me sorprenden unos días sin pensar en ti, esos en los que lleno todo el tiempo con trabajo, planes de última hora o preparando un viaje hacia el fin del mundo caminando hacia el olvido. Me río hasta llorar, me emborracho sin hacer ninguna tontería, bailo sin ese ritmo que se me negó como don sin que me importe, y hasta me he dejado besar, regresando a camas sin futuro en las que no me hace falta dormir.
Y otras, de repente y sin llamarte, te apareces, de una forma inaguantable, como el sonido de los relojes que nunca soporté, en un cuaderno donde nunca recordé escribirte, en una calle por la que he pasado mil veces y que hasta ahora, no sabía como se llamaba, en las películas que recomiendo ver, en las copas de ese bar, que sin ti, son de garrafón, en el hospital cogiéndome la mano...Y entonces, en ese momento, extraño te, como se extraña lo que se sabe que nunca más se tendrá, con ese dolor mezclado con nostalgia, despiadado, inabarcable, infinito...y que ya sé que el tiempo no cura por mucho que lo quiera empujar, viviendo con ello y sin ti, doliendo cada minuto que no conseguí ganar a una batalla que ya comenzó perdida y por la que dejaría sin firmar mil tratados de paz.