domingo, 5 de octubre de 2014

A veces me sorprenden unos días sin pensar en ti, esos en los que lleno todo el tiempo con trabajo, planes de última hora o preparando un viaje hacia el fin del mundo caminando hacia el olvido. Me río hasta llorar, me emborracho sin hacer ninguna tontería, bailo sin ese ritmo que se me negó como don sin que me importe, y hasta me he dejado besar, regresando a camas sin futuro en las que no me hace falta dormir.
Y otras, de repente y sin llamarte, te apareces, de una forma inaguantable, como el sonido de los relojes que nunca soporté, en un cuaderno donde nunca recordé escribirte, en una calle por la que he pasado mil veces y que hasta ahora, no sabía como se llamaba, en las películas que recomiendo ver, en las copas de ese bar, que sin ti, son de garrafón, en el hospital cogiéndome la mano...Y entonces, en ese momento, extraño te, como se extraña lo que se sabe que nunca más se tendrá, con ese dolor mezclado con nostalgia, despiadado, inabarcable, infinito...y que ya sé que el tiempo no cura por mucho que lo quiera empujar, viviendo con ello y sin ti, doliendo cada minuto que no conseguí ganar a una batalla que ya comenzó perdida y por la que dejaría sin firmar mil tratados de paz.

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