miércoles, 4 de febrero de 2015

No sé si es porque recibo a las noches en la oficina,
o porque la nevera seguirá vacía cuando llegue a casa.
Puede que sea porque sigo huyendo de madrugada 
de caricias impostadas que no soy capaz de devolver, 
que no me salen si no hay nada.
Y no hay nada.

Quizás es porque le faltan horas a mis relojes
y ya ni siquiera tengo tiempo de pensar en ti.
Será que febrero ha vuelto y la llave del tiempo
no funciona para soldar nuestros momentos,
o que no me gusta saber que estás mal y que te quita
los versos el mismo sitio que a mi me devolvió la vida.

La cosa es, que me apasiona lo que hago,
tengo buenos amigos y me aguanta mi familia,
me puedo permitir unas cervezas los fines de semana,
y si reviento, me escapo.

Así que no, no tengo ni puta idea de la razón,
por la que que sigo pensando que necesito más.

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