viernes, 13 de abril de 2012

La llave del tiempo o el resultado de dos mentes interaccionando...


Salí de casa de Walker sin saber que era la última vez, (curioso siendo la primera que dormía allí). En el felpudo de la puerta encontré una llave, pequeña, como de buzón, y al contestarme él que no era suya, probamos por si podía ser de algún vecino pero no encajaba en ninguna de las pequeñas cerraduras. 
Comenzamos a fantasear con la idea de que era una llave para viajar en el tiempo, y después de varias divagaciones, llegamos a la conclusión de que lo mejor sería empezar por el principio, y de repente, ahí estábamos, huyendo de un dinosaurio un poco agresivo escondiéndonos detrás de los árboles.
“Recuerda no tocar nada, sólo podemos mirar, no se puede cambiar el pasado, sólo aprender de él”.
Así, de salto en salto temporal, viajamos al 10.000 a.C, aprendimos algo de las enseñanzas de Platón, participamos en una orgía romana, vimos la crucifixión de Cristo, los señores medievales nos cobraron impuestos, viajamos en “La Niña” hacia el nuevo mundo, estuvimos presentes en una discusión entre Góngora y Quevedo, Walker votó a Cánovas, o Sagasta, no lo recuerdo bien (yo no pude evidentemente) y por un momento tuvimos que escondernos en las montañas allá por 1937. Brindamos por el fin de la dictadura y nos colamos en el hospital para vernos nacer.
Casi de repente, dimos otro salto, esta vez no intencionado, volvíamos a nuestro tiempo, ya habíamos llegado a la entrada del metro. “¿Qué hacemos con la llave?” me preguntó, “Guárdala, nunca se sabe cuando querremos volver a viajar”. Nos dimos un beso fugaz, como siempre que nos separábamos, eso es porque nunca se sabe cuándo va a ser el último beso, probablemente si supiéramos cuando es la última vez que hacemos algo, pondríamos mucha más pasión en ello.
Ahora me gustaría haber guardado yo la llave para viajar siempre que quisiera al momento justo antes de encontrarla.

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